CAMINANDO SOBRE LETRAS
Estaba muy niño aprendiendo a leer, devoraba cuantas letras se me aparecían, y al pasar por el Parque Caldas leí con dificultad un aviso, “Caja de ahorros de Cir-obreros”. Me extrañó y le pregunte a mi tío Arturo Jaramillo que era eso de “cir-obreros”. Círculo de obreros, me aclaró. ¿Y dónde le dejaron el culo? pregunte en automático. Aprender a leer es muy difícil. La palabra es un símbolo, no es lo que describe, pero lo convierte en realidad. Es algo mágico. Yo quería practicar a toda hora y me ganaba regaños por mover, para poderlos leer, los gruesos afiches de la Lotería de Manizales que mis tías ponían como caminos en el suelo de la casa cuando enceraban el piso. Alguna vez, en un almacén, me dijo mi mamá en tono sorprendido, ¿qué es lo que le mira?, cuando yo trataba de leer un llamativo aviso en las nalgas de una señora. En esa época algunas telas literalmente copiaban las páginas de los periódicos y así podíamos leer sobre muy especiales soportes. De milagro no me aga