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Mostrando las entradas de febrero, 2025

PENSANDO CON LAS PATAS

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            En bachillerato, en el colegio San Luis Gonzaga de los jesuitas, el matón del curso, orgulloso, brusco, gritón y fuerte, me tenía entre sus víctimas. Pienso también tenía problemas en su casa. Alguna vez, al prepararse para jugar fútbol, exhibía orgulloso las marcas de fuertes correazos en sus piernas. Decía que así trataban a los hombres en sus casa.   Su agresividad, con tintes de resentimiento social, ayudaba a manejar  en el campo de futbol, los tremendos partidos contra el equipo de un colegio popular, el Gimnasio Manizales. Nuestro rector, insistía que los Gonzaga debíamos ser los caballeros de la cancha, yo pensaba que solo a veces. Su líder era un difícil Dorancé, que enfrentaba, a golpes y patadas, a nuestro perdonavidas. Era de simple supervivencia entrar en la pelea y, en esos momentos, yo miraba distinto a mi explosivo compañero. Como buen acosador, creía sabérselas todas, pero sacaba malas notas y pagaba frecuent...

EN EL CUCHITRIL

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        En los años 60 vivíamos en Manizales en unos bajos situados en el espinazo de la carrera 23 esquina con calle 28. Debajo de mi casa, en la falda de la 28, aún más enterrado que nosotros, estaba un cuchitril que lo ocuparon sucesivamente reparadores de mil cosas. Uno, especial para mí, fue un típico zapatero remendón. Siempre fue mi amigo y aceptaba de buen modo mis interrupciones.        Yo era un inquieto adolescente, lleno de curiosidad aún por las cosas más simples. Ahora estoy viejo y creo que permanezco vivo porque sigo haciendo preguntas. Perder la curiosidad es comenzar a morir.      Era para mí increíble que el zapatero pudiera hablarme con sus labios sosteniendo los clavitos que bailaban en su boca. De repente sacaba uno sosteniéndolo en dos dedos, y con un martillito, lo clavaba en la suela de un zapato embutido en una horma de hierro patas arriba, sostenida con sus rodillas. Vivía así y llegué a imaginar que ...

HUYÉNDOLE AL CEMENTERIO

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              Mi hermana, recién casada, se fue a vivir a Sonsón, una hermosa y fría población antioqueña que pude conocer y disfrutar en el año 1960. Su centro urbano queda muy cerca al río Sonsón. Como crucificando al río, lo atraviesa un puente de madera de la época de la arriería. Yo no tenía muchos programas para hacer y visitarlo era uno de mis favoritos a pesar de la necesidad de atravesar el cementerio. Éste, como es usual en los enclaves paisas tradicionales, es un sitio lleno de leyendas, con espantos propios.  El lugar donde los difuntos se transforman en fantasmas.  Años atrás, para impulsar la construcción de la vieja catedral, los sacerdotes ponían de penitencia a los hombres llevar pesados bloques de granito, de una mina cercana al rio, hasta la plaza principal. Muchos pasaron cargados, sudorosos y arrepentidos, por este puente cruzando el cementerio rumbo a la plaza. Construyeron una iglesia magnífica que luego destr...

EL RITO DE TOMARSE UN CAFÉ

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                             Tomarse un tinto, para un manizaleño raizal como soy yo, tiene que ser un rito, una ceremonia. No algo de afán, apurado, en un Tostao. Manizales comenzó sin café. Desbrozando montaña para sembrar cultivos de pan coger y poder sobrevivir, cuidando el maíz para alimentarse y, además, engordar cerdos para venderlos en Marmato a los ingleses y a los mineros que los pagaban con oro. Si no llega el café se queda en una sencilla aldea encaramada en una montaña. Pero llegó el café y nos dio capacidad de intercambio, nos abrió al mundo y surgieron capitalistas con visión comercial internacional y propiciaron rutas de comunicación como el cable aéreo a Mariquita. Nos sacó de los guaduales, impulsó la urbanización. Permitió ciertas comodidades, cierto nivel de cultura. Nos libró del costumbrismo paisa permitiéndonos soñar con Grecia y Roma. Nos deslumbramos con ser grecoquimbayas y pode...