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Mostrando las entradas de noviembre, 2023

YO VIVÍ EN UN PARQUE

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Foto: Victor Hurtado El lugar donde soñamos, tomamos conciencia de nosotros mismos y tratamos de realizar nuestras ilusiones es el lugar donde realmente vivimos, con más importancia que el lugar físico donde dormimos y nos alimentamos. Tratar de hacer una narración hilada, cronológica, sobre el tema no es posible. Simplemente pondré juntos mis recuerdos alrededor de este hermoso sitio bendecido por un guadual y envuelto a veces por la neblina. Desde mis seis años de edad, y hasta los 20, mi centro vital fue el Parque Caldas. Curiosamente viví en cinco casas en su alrededor. Recuerdo los trasteos entre ellas, en carretilla, exhibiendo los viejos muebles que ya habían perdido su elegancia, bajo la mirada evaluadora de las vecinas. Mi tío Arturo decía, con razón, que cada trasteo equivalía a la cuarta parte de un incendio. Todas las casas a menos de cuadra y media de la estatua del sabio Caldas que le dio nombre al sitio. Viví por catorce años en el parque Caldas.  El punto central era la

EL SERÁFICO DOCTOR NO

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    Nací en los años 40 en Manizales. Una ciudad arropada por la neblina y el cultivo del café, profundamente conservadora ,hasta los liberales iban a misa     , y con normas tajantes para todo. Aparecí como la cereza en el postre equivocado, inquieto y rebelde. Solo cabía una posibilidad para mi educación y era la permanente aparición del seráfico doctor no. Con las características que se consideran de los angelicales serafínes todos decían buscar mi salvación con sus negativas, aunque creo que era más por tenerme quieto y evitarse molestias, no coja eso, no vaya a matarse, no se lo repito más, no grite tanto. Para completar el cuadro me matricularon en un colegio católico, propiedad de la curia, donde aplicaban a rajatabla los diez mandamientos de los cuales siete comienzan con un enfático no imperativo. Mi primaria fue el equivalente al Antiguo Testamento en la vida de Israel. Muchos recreos los viví parado mirando un muro y a ratos con los brazos en alto por saltarme alguna de las

VIDA SOCIAL

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  Se hablaba de vida social en los periódicos que se llenaban de fotos de fiestas y reuniones. La comenzábamos con la ceremonia de nuestro bautizo. Allí éramos el personaje principal, y a pesar de serlo, nos desvistieron parcialmente, nos mojaron, nos untaron aceites raros y nos hicieron llorar. En la fiesta los demás se atracaban de ponqué y vino, para nosotros, el tetero de siempre. Una clara injusticia. Llegaron los ruidosos cumpleaños infantiles. En la primera infancia terminábamos todos babeados por las caricias de las señoras de la fiesta, mareados por el paso de mano en mano, y nos seguían embutiendo el famoso tetero mientras los demás se atiborraban de pasteles y vinos. La misma injusticia.  Más adelante, antes de entrar, nos entregaban el regalo para el homenajeado. Queríamos quedarnos con él, y nos pellizcaban: no lo arrugue, llévelo derecho, sonría. Arrancábamos mal en la fiesta. Alguna vez un niño, que venía justo detrás de mí, traía una pelota de regalo y, a voz en cuello,

EL TANGO Y YO

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El tango, símbolo musical y social de Buenos Aires, la imborrable marca de una marea de inmigrantes sobre la tierra prometida, y un manizaleño marcado en vida por sus estrofas y sus compases.  “Tango que me hiciste mal y sin embargo te quiero porque sos el mensajero del alma del arrabal” Mi segundo hogar fue la casa de mi abuela materna donde se refugió mi mamá tras la temprana muerte de mi padre. Estaba en un tranquilo barrio donde se empezaba a construir una gran plaza de mercado, Las Galerías. Esto cambió la vida de la familia que necesitó huir al poco tiempo de llegar el nuevo ambiente.  Viví pocos años en ese entorno, comenzaron los cambios; ruido, ajetreo y música en las “vitrolas”. De ellas ,un tango que aún me persigue:  Vencido Cuando creí perderte sentí paralizado el corazón Sentí faltarle el aire a mis pulmones. Sentí que me moría de dolor Un gris comienzo musical que poco entendía, pero marcó mi sensibilidad. Al crecer sentía que el tango era solo de arrabal y de tristezas.