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Mostrando las entradas de diciembre, 2023

TRASNOCHANDO

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        Con un trío , una botella de aguardiente,   más un corazón afiebrado se fabrican serenatas. A veces para disculparnos bien por algo que hicimos mal. Pueden tener mil razones y escenarios. Uno se las puede llevar hasta a la suegra, pero aquí me refiero a las tradicionales ofrecidas por un enamorado a la niña de sus sueños. Con un exceso de aguardiente llegaban los sospechosos bamboleos del pretendiente ante la vista del suegro, alguna vez nos recomendaron usar muletas para controlarlos, pero sin aguardiente les faltaba calor y emoción. Manizales con su apego a lo español nos animaba a hacerlas y en el agitado curso para ser hombres se incluía esta tradición, unida al apego a los toros y a los tangos. A veces disimulábamos con un poco de literatura. Yo hacía acrósticos y pequeños poemas para las novias de mis amigos. Me los pagaban con aguardiente. Uno de los sitios clave para iniciarlas era El Bambuco, un bar convenientemente situado cerca a la zona de to...

UN CADAVER EN LA SALA

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  Era usual en mi infancia. Los velorios se hacían en las casas durante toda la noche, normalmente en la sala. Un ataúd destapado, el difunto, dos grandes candelabros con gruesas velas blancas enmarcando a un doliente crucifijo, y muchas sillas a su alrededor. Una grande y especial para el sacerdote que acompañaba por algún tiempo el doloroso episodio poniendo cara solemne, encorando rosarios y soltando algunos latinajos para darle mayor importancia a la ceremonia. Un pequeño “Réquiem” Chorus Angelorum te suscipiat, et cum Lazaro quondam paupere aeternam habeas réquiem. Los coros de ángeles te reciban, y con Lázaro, que alguna vez fue pobre, puedas obtener el reposo eterno. Las señoras se turnaban para rezar los mil jesuses, los rosarios interminables por los adornos verbales que les ponían compitiendo entre ellas para colocarle a la sencilla oración todos los floripondios posibles. Llegaban los parientes y amigos, cariacontecidos, con vestidos negros, luchando por encontrar la fra...

TIPLECITO DE MI VIDA

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  Desde mi primera infancia estoy disfrutando de la compañía de este instrumento andariego con arterias de alambre y corazón de madera. Mi mamá se acompañaba con él desde su adolescencia en Aguadas, la cuna de su vida y de su sensibilidad artística. Quedé huérfano de padre a los cuatro meses de vida y seguramente mis oídos se llenaron de sollozos y de acordes musicales que trataban de arrullar a un niño y expresar una ausencia. A mis cinco años, por una grave infección en las amígdalas, dejé de escucharlos al sufrir una sordera temprana, que aún recuerdo como una extraña y terrible experiencia. Me apresaba como si yo estuviera ausente de mi propia vida. Gritaba y no me escuchaba, solo me quedaba abrazar con todas mis fuerzas a mi mamá como tratando de encontrarme. Pasó la crisis y reviví. Creo que por simple ósmosis algo fui aprendiendo de música. Pronto conocí mis limitaciones que venián de un difícil ensamble de un buen oído aguadeño con uno de manizaleño que a duras penas distin...

EL MEJOR DE LOS MUNDOS, EL PEOR DE LOS VICIOS

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  En mi ya trasnochada juventud se me planteó el crudo dilema. Fumar era bien visto, hasta elegante y para los hombres     tomarse unos tragos, aún unos buenos tragos, era socialmente aceptado. Al graduarme de bachiller llegaron las felicitaciones y los regalos. Recibí pañuelos, corbatas, mancornas, tres cartones de cigarrillos con filtro importados, y algunos libros. A nadie se le ocurrió una botella de whisky, ni siquiera de aguardiente. Estrenando vestido Valher, metí en el bolsillo apropiado una cajetilla de L.M y un encendedor. Salí como un pavo real, de milagro no se me ocurrió cargar mi recién emitido diploma de bachiller y comencé una noche de ronda por las fiestas de mis compañeros y los cafés de cada esquina manizaleña. Nunca había fumado y traté de hacerlo para hacerme el interesante. Me fue mal en el primer intento, busqué ayuda en los fumadores experimentados, seguí sus instrucciones, pero me ahogaba, me ardía la garganta. Comencé a mirar mal a mi cajetilla, ...