NACE “MACHAQUITO”
Lleno de recovecos, en el Sonsón de 1960, el viejo hospital tenía tantas camas como sorpresas. A la parturienta le recomendaron caminar para acelerar el parto. Mi hermana cumplía esta orden y, y de regreso a su habitación, abrió la puerta del cuarto contiguo para que se le aceleraran las contracciones, adentro un espacio gris lleno de ataúdes.
El parto natural, a pesar del tremendo susto, se demoraba en exceso. Su marido y yo, el aspirante a tío, presionábamos al médico por alguna droga que lo acelerara y él se negaba porque juzgaba que la dificultad era que a mi muy joven hermana le daba miedo pujar. Eso era cierto porque las viejas del pueblo le habían dicho y repetido que a una señora del lugar se le había reventado un ojo por hacerlo.
A pesar de los temores y de la ausencia de droga, llegó la primera nieta y la abuela materna la bautizó, inmediatamente, como “Machaquito” por su nariz roja, muy llamativa en su cuerpo diminuto. Era tan pequeña que todo el precioso ajuar tejido por la abuela le quedaba grande.
Yo quise pensar que mi mamá, muy aficionada a las corridas de toros, hacía referencia a un famoso torero cordobés, de tamaño pequeño, que lo reseñaban así los periódicos: “Torero corto, nervioso, pero de gran voluntad. Su corta estatura hacía vibrar a los públicos. Pasa a la posteridad por su forma de matar tremendamente efectiva". Pero la causa del sobrenombre no era taurina, ni referente al tamaño, sino más elemental y obvia: era referente al conocido, y muy querido por los niños Machaquito, un payaso del circo de los Hermanos Gasca de gira por Colombia, famoso por su nariz rojiza y desproporcionada.
La familia entera se había volcado para tan anhelado nacimiento. Habíamos salido de Manizales como una verdadera tribu, la de “Los Jaramillo”, y habíamos llenado toda la casa de mi hermana. Mi mamá hacía milagros para atender a la parturienta, a su marido y a los recién llegados. La empleada de la casa, una linda sonsoneña de ojos claros que encabritaba mis hormonas de adolescente, no daba abasto, y el enjambre decidió, a buena hora, encargar la comida a una reconocida pensión, que enviaban en portacomidas y me parecía deliciosa.
Llegó a la casa Lina María, la tan anhelada reina, y el aparecer de esta “pildorita” nos llenó de alegría. Yo pensaba que ella era un pequeño milagro. Me embelesaba mirándola y sentía que lo rojo de su nariz era un anticipo navideño.
Ya han pasado muchas navidades y la linda Machaquito sigue alegrando mi vida. Trabaja en otro circo, se dedica a hacer conocer a nuestra Colombia profunda, avistando ballenas, raudales y los preciosos paisajes del río Orinoco.
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