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Mostrando las entradas de julio, 2024

PAGO POR ASCENDER

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Luego de mi expulsión de las residencias universitarias pasé más de un año de trashumante, de “arrimado”, en varios apartamentos. Carlos Albán Muñoz, un buen amigo de la facultad perteneciente a una linajuda familia de Popayán, me hizo una curiosa propuesta. Pasarme a un excelente apartamento, en pleno barrio Prado, con servicio doméstico uniformado, buena alimentación con vino incluido, pagando lo mismo que cancelaba en un típico apartamento de estudiantes. La acepté sin dudarlo.  El origen de la propuesta nacía de un joven rico, conocido de Carlos, recién trasladado a Medellín como gerente de la sucursal local de una exitosa empresa de su familia con sede principal en Bogotá. Rollizo, anodino. Tenía anhelos y real necesidad de buenos contactos, para escalar en la pirámide social, y de compañeros que le ayudaran en ese ascenso. Carlos era un exitoso donjuán, con varias novias, algunas en Bogotá, y vivía muy agradecido porque yo le manejaba la correspondencia. Le servía de “secretario

NO TRAJO EL TROMBÓN

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    Recién llegado a Medellín para estudiar zootecnia viví en las residencias universitarias situadas dentro del campus, un hermoso edificio bien dotado, buenos servicios y de bajo costo. Para los “primíparos” ofrecían habitaciones para dos personas, emparejadas al azar, y esto traía sorpresas. Inicié de compañero de “Calarcá”, un inquieto e inteligente quindiano de extrema izquierda. Lo difícil no fueron las diferencias ideológicas, sino los comportamientos rutinarios.  Yo estudiaba de noche. Calarcá lo hacía de madrugada. Ponía un insufrible despertador metálico de dos campanas, que empezaban a repicar a las cuatro de la mañana y a retumbar caminando por el escritorio de acero que le servía de caja de resonancia. Me envolvía en las cobijas, trataba de soportarlo y de volverme a dormir lleno de furia. Una rabia que palidecía cuando Calarcá se incorporaba a coger bruscamente el reloj con sus dos manos, mientras lo apagaba gritando, “Hoy no, hijueputa, hoy no”. Entonces no solo nos desp

CASI PIERDO LA VIRGINIDAD

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         A mediados de los años 60 comencé a estudiar zootecnia en Medellín. Un lugar favorito de parranda era La Cuna de Venus. Frecuentado por la clase alta, enclavado en la zona de recreo más apetecida, cerca de La Ceja.  Ofrecía a sus visitantes la posibilidad de actuar en un buen escenario, el cuál ocupábamos con demasiada frecuencia, desinhibidos por generosas dosis de aguardiente y por contar en nuestro grupo de amigos con las hermanas Simone ,Sandra y Laureen, barranquilleras con hermosas voces y hábiles con las guitarras. Ellas eran presentadas, pomposamente, por un excelente maestro de ceremonia, Fernando Lema, mi compañero de apartamento. “ Ahora con ustedes las hermanitas Sister, hijas del general Electric ” y esto era de no terminar, siempre el público pedía que siguieran actuando y enviaban botellas de aguardiente para la mesa.  Yo no tenía tanto éxito y era presentado como “ la voz de las veredas ” o “ la voz del recuerdo ” de acuerdo al repertorio del momento. Me acompa

MARRANADAS

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               A todos nos han hecho “marranadas”. No son para recordar. Hoy los invito a recrear un pasaje muy importante de la cultura paisa. Una deliciosa matada de marrano. Los invito a una deliciosa marranada. Desde niño las viví en “La Arabia”, la finca familiar. El día más peligroso para los cerdos era el seis de enero, fecha oficial para su sacrificio. Los niños colaborábamos desde el día anterior recolectando los helechos donde acostarían al marrano, para hacer una pequeña hoguera y tostar su piel. La más inolvidable “marranada” fue cuando mis tíos “mataron” al marrano y lo pusieron al supuesto difunto a chamuscar en su cama de helechos, cuando dio un potente chillido y salió corriendo. Casi no lo atajan. Aún nos estamos burlando de los matarifes. Todos los años, mi tío Hernán nos invitaba a su infaltable "matada de marrano". Una larga ceremonia paisa que él procuraba respetar. Iniciaba con un juicio verbal sumario al pobre cerdo. El fiscal lo acusaba de ladrón de co