BOMBARDEO DE TRAGEDIAS
La bahía de Tumaco, en Nariño, es un lugar bendecido de Dios por su belleza. Sus tres islas principales, El Morro, Tumaco y La Viciosa están unidas por puentes y forman un hermoso conjunto. Con larga historia; cuna de la cultura Tumaco desde 300 años antes de Cristo, precursores de la metalurgia, primeros en utilizar el platino y con una especial cosmogonía que expresaron en sus ídolos de oro.
Tumaco está más cerca de Quito que de Popayán y su ubicación arrastra el contrabando y los embarques de marihuana y coca que oscurecen su importancia como productor de maderas, aceite de palma, de pescado y mariscos. La presencia de estas mafias alejan a los turistas.
Allí sucedían cosas increíbles. Yo llegaba a Tumaco por vía aérea y me recogía una lancha para llevarme a Pesmaco nuestra sede local. En algún viaje no quise avisar de mi visita y salí al muelle cercano al aeropuerto para tomar una lancha de servicio público y para mi sorpresa no había ninguna disponible. Recurrí a mis amigos del puerto y enviaron su lancha por mi. Le pregunté al lanchero el porqué de la ausencia de transporte y la respuesta fue que estaban en “bombardeo”. No encontraba nada en mi cabeza para explicarme lo que quería decir. Simplemente, estaban llegando aviones DC3 cargados de marihuana prensada en grandes pacas y con ellas bombardeaban la bahía. Las pacas flotaban y las lanchas las recogían para llevarlas a un buque fondeado muy cerca al muelle y allí les pagaban espléndidamente por el servicio. Claro era que todo Tumaco lo sabía y lo prudente era no preguntar mucho. Me tocó volverme cuidadoso y no hacer ninguna mención al extraño ejercicio de transporte.
En otra ocasión tomé el avión en Cali y al aproximarnos a la pista en Tumaco aparecieron, de repente, muchas personas que se acostaron en la pista. Aterrizaje abortado y regreso a Cali. Eran obreros de Chapas y Maderas de Nariño una importante fábrica de triplex que se hallaban en huelga. La huelga fracasó y la empresa también. Sus dueños extranjeros salieron del país y entregaron las instalaciones a un comodato con una O.N.G. Desgraciadamente fue pésimamente manejada, vendieron a menosprecio los equipos más importantes y se perdieron muchos empleos.
A raíz de los grandes descubrimientos de petróleo en el Putumayo surgió la idea de establecer una refinería en Tumaco para exportarlo y servir de centro de desarrollo de la región. La idea no prosperó. El petróleo si apareció, pero por el encallamiento, en 1977, de un viejo barco petrolero, para muchos un real barco pirata sin seguro alguno, el Saint Peters. Derramó ochomil barriles de petróleo crudo en la rada de Tumaco. Una tragedia para los manglares y los pescadores.
A Tumaco le llegó otra tragedia, una de la que no se repondrían nunca: el terremoto y maremoto de diciembre 12 de 1979. El más fuerte registrado en la región. 7.9 en escala Ritcher a 49 kilómetros de la costa y a 17 kilómetros de profundidad. Si hubiese ocurrido en nuestra costa atlántica hubiera sido una tragedia enorme para sus ciudades grandes. Se hundió la plataforma continental, más de 40 centímetros, con cambios profundos para las actividades de pesca y grandes destrozos en las construcciones del litoral.
La llegada de los barcos era por un canal que garantizaba la profundidad indispensable, la única vía posible para embarcaciones de algún tamaño y pasaba al frente de la Capitanía del puerto. Esto facilitaba su control.
En uno de mis viajes estaba haciendo alguna diligencia en Tumaco. Al final de la tarde se suspendió el fluido eléctrico. Todo en penumbra. Yo necesitaba regresar a Pesmaco y busqué la lancha de la compañía. Lo sorprendente fue ver llegar un barco al muelle, sin luz alguna, para recoger la carga de muchos camiones, bien custodiados, que transportaban café de contrabando para exportarlo. Una gran operación logística. Yo no podía creer que eso estuviera ocurriendo con la complicidad de todas las autoridades, al frente de la aduana, la base militar y la capitanía. ¡Macondo en pleno!
El puerto, las empresas, todo el tejido social sufría bajo el mando político de la familia Escrucería. Se perpetuaban en el poder. Es una condena conocida cuando un pueblo empobrecido, famélico, se vende por cualquier gabela. Usaban una ingeniosa treta: poco antes de las elecciones ofrecían, para todos, una bota pantanera para el pie izquierdo, la tomaban, y si cumplían bien las instrucciones electorales, les entregaban la derecha después de elecciones.
A Tumaco le han robado hasta su imagen musical. Un brujo africano debió hacerle un hechizo para vengarse de su condición de esclavo. Muchos colombianos se emocionan con la bella canción “Noches de Bocagrande” y sueñan con Cartagena. La canción fue escrita para la isla de Bocagrande en la bahía de Tumaco y su autor un nariñense, Faustino Arias. Terrible traslocación topográfica. Como si al escuchar los colombianos el pasodoble Feria de Manizales soñaran con Pereira.
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