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Mostrando las entradas de noviembre, 2024

PITO´EVIEJA

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    Éramos adolescentes en Manizales y a muchos nos advertían de no pasar frente al almacén Norge, lleno de electrodomésticos, que quedaba cerca de la Catedral Basílica. Su dueño era un insinuante y activo homosexual apodado Pito´evieja.  Un comerciante exitoso que no ocultaba su preferencia sexual, la cuál le motivaba insultos y presentaciones en las estaciones de policía. En una de tantas el inspector le inquirió si había sido él quien le había ofrecido, al menor que lo había denunciado, mil pesos para acompañarlo a su cuarto. Briosamente lo afirmó sin tapujo alguno y coronó su intervención asegurando que la propuesta seguía en pie. Tenía valor civil e indolente descaro. Conservador activo acompañaba a los grandes próceres godos locales a muchas de sus correrías. Estaban en Pasto ante un auditorio frío, ausente. Las peroratas grecocaldenses no les llegaban a su corazones.  Pitoévieja, afanado, arrebató el micrófono y con verbo incendiario puso a palpitar la pl...

RENATA

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  Viví mi adolescencia alrededor del Parque Caldas en Manizales. Los lunes, en un ritual gastronómico, pasaba a la Salchichería Alemana donde Míster Albóndigas, en una esquina del parque, para devorarme una deliciosa albóndiga, el producto estrella de la salchichería. Indudablemente lo mejor del sitio no era lo que yo pedía. Era Renata la preciosa hija del dueño Oscar Hainsfurth y su esposa Clara. Rubia, de ojos claros y un hermoso porte germánico que nos deslumbraba. Era de esperarse. Renata era una clara excepción al tipo de belleza antioqueña imperante. Renata con Helga Schweineberg,   una atractiva pelirroja, hija de Don Carlos un excelente músico alemán y Mariana Hauss, rubia de ojos azules, hija de Don Federico quién echó raíces en Manizales, conformaban el trío que nos permitía soñar con la belleza nórdica. Trasnocharon a más de un amigo. Yo estaba muy joven para pretenderla, pero Renata era un polo de atracción para ciertos grupos de jóvenes distinguidos del entor...

EL ENANITO DE RISARALDA

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  Adela Mejía, mi profesora, me ilusionaba con escribir y me pedía un cuento. El que escribe no tiene límites, me repetía.   Solo se me ocurrían cuentos campesinos. En Manizales las casas aún estaban muy cerca de los potreros. Yo no quería anclarme en el costumbrismo y solo se me ocurrían narraciones que olían a yerbabuena, que sabían a aguadepanela con queso, que hablaban de mulas y arrieros.  Los enanitos son seres amables, salvadores, y vino a mi memoria uno muy especial, el enanito de Risaralda. Me ayudaría en la tarea de mi profesora. Lo conocí desde mi primera infancia, nos visitaba cada año en la finca de mi abuelo.  Como buen enanito era pequeño, estaba viejo y sus arrugas reflejaban su paisaje nativo, sus recuerdos. Entonado con un aguardiente arrancaba: Ayer con un compañero compramos una panela y nos fuimos pal potrero en lugar de ir a la escuela. Todo el día lo pasamos cogiendo sapos y ranas, que es mejor que geografía que aritmética y que planas. A un so...

POR UNA CABEZA TODAS LAS LOCURAS

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     Habíamos llegado a Abiyán, en Costa de Marfil, para visitar a nuestra hija Alicia  María que trabajaba allí con la Cruz Roja Internacional. Quería abrazarla y conocer  algo de la mítica Africa. Salir a conocer Abiyán fue sorprendente. Una ciudad de más de tres millones de habitantes con un centro moderno, asfixiada por tugurios, con una hermosa y moderna catedral católica. Una gran iglesia anclada a una cruz enorme que aparenta arrastrarla con grandes cables. Un profundo símbolo.    Asistimos a la misa dominical maravillándonos por la elegancia de todos los asistentes, con hermosas túnicas de colores y los lugares principales ocupados por militares con uniformes de gala. La música y el canto eran melodiosos y con sabor africano, no gregoriano. Todos participaban activamente con voces armónicas y al llegar a la comunión se mecían rítmicamente creando un sorprendente espectáculo.   Otro día, después de almorzar salimos a recorrer el centro...