MI TÍA HACÍA MIÑOCOS
Era mi tía Leonor Jaramillo quien me sorprendía con sus gesticulaciones al hablar, y yo me preguntaba por qué hacía tantos miñocos. Estuvo casada con un amable abejorraleño barrigón, dueño de una buena ferretería en Armenia, que manejaba en sociedad con sus hermanos. No tuvieron hijos. Alcancé a pasar algunas vacaciones con ellos. Vivían en el piso superior de la ferretería, y en una época aciaga de violencia, sus contradictores políticos le prendieron fuego al negocio. Aquello los afectó profundamente, y a mi tío se le agravaron los problemas de salud. Leonor quedó viuda y se refugió en Manizales, como ya lo había hecho mi mamá con sus dos hijos, en la casa de mi abuela María. Era una mujer seria. No le gustó el novio que tuvo mi mamá en algún momento, y se le notaba, pero a Pastora Jaramillo, con su tremendo ánimo, poco le importaba. Leonor fue una excelente profesora de mecanografía y taquigrafía en horario nocturno, y durante el día trabajaba como secretaria en alguna ...