MI DUETO INOLVIDABLE


  

Madre e hijo, mi dueto inolvidable. Tengo muchos años, y en mi intimidad aún no sé, donde termina ella y donde comienzo yo.

Pastora Jaramillo, hace demasiado tiempo, tomó una nueva forma de presencia y no necesito verla, solo sentirla.

Siento temor en mi tiple cuando hoy lo tocan  mis inseguras manos, temor de su propio sonido, de mi voz trémula y cansada. Insisto en tocarlo. Quedan los recuerdos, y la música es la más segura forma de evocarlos. Para mí dejar totalmente el tiple, sería comenzar a enterrarme.

Muy niño mi mamá inició la difícil tarea de enseñarme a tocar y cantar. Me sobraban ganas, pero me faltaba buen oído. La primera canción que aprendí fue Ando Borracho, de José Alfredo Jiménez, en algo fue premonitoria. Aún no se me ha olvidado.

Por el atractivo de oír a mi mamá en las reuniones de mi casa, el fiel auditorio me dejaba acompañarla en algunas canciones, cantando suave para disimular mis deficiencias, para arroparme con ella. Viejas canciones andinas, otras recordando a Libertad Lamarque y muchas mexicanas antiguas, como las de Guty Cárdenas.           

Abrazando el tiple abrazaba a mi mamá,  a sus viejos recuerdos aguadeños. No viví el famoso “gap” generacional. Mis raíces musicales eran suficientes para expresarme y no necesitaba melodías inglesas o norteamericanas. Quizás soy conservador aún en este aspecto.

Los duetos se rompen. Algunos por el simple paso de la vida. Murió mi mamá tocando tiple en su cama. Yo estaba muy lejos, no llegué a su entierro. Busqué su tiple y no pude encontrarlo. No pude volver a abrazarla.

Comentarios

  1. Luisito. Que hermosos y dolorosos recuerdos. Lo q sí es seguro es que la mamá es uno de los más fuertes y aferrados recuerdos q nos marcan para siempre

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