Viviendo en el barrio Santafé

  


Iba a comenzar mis estudios de Derecho en Bogotá en 1963, y mi mamá, por recomendación de una amiga y sin conocer el lugar, me consiguió vivienda en un apartamento del barrio Santafé. Hoy, es un sitio impensable para vivir con tranquilidad, ya en aquel entonces empezaba a serlo.

Agradecí el gesto y me acomodé en ese nuevo mundo bogotano, tan ajeno a mí. Era un edificio viejo, bien ubicado, con transporte fácil hacia la Universidad Javeriana donde iba a estudiar. Poco a poco fui conociendo a sus ocupantes: dos apartamentos compartidos por azafatas de Avianca, otros por parejas jubiladas, varios por empleados públicos, y el resto, por una variada fauna de homosexuales y travestis que se ocupaban en diferentes oficios.

El mío estaba lleno de manizaleños. Algunos ya trabajaban, otros estaban por terminar odontología. También había un piloto, y yo, el recién llegado pichón de abogado. Poco nos unía, salvo el gusto común por el aguardiente Cristal.

Recuerdo especialmente a unos hermanos que discutían con frecuencia. El mayor, ya empleado, se veía agobiado por la carga de sostener al menor. En sus discusiones surgía una idea absurda pero insistente: convencer al hermano de fingir una vocación sacerdotal para enviarlo al seminario.

Los cuasi-dentistas hablaban sin parar del altísimo costo de sus equipos, buscaban opciones de alquiler y, entre tragos, debatían sobre cómo seleccionar a sus futuras asistentes. Algunos proponían criterios sensatos; otros agregaban, con descaro, que debían estar “buenas”, por si surgía la oportunidad de acostarse con ellas.

 

Los viernes por la tarde el vecindario se animaba. Mis compañeros de apartamento hacían esfuerzos para que las azafatas vecinas los invitaran a alguna fiesta. Otros se preguntaban si en el revuelo nocturno del barrio habría algún buen espectáculo de striptease.

Yo, por mi parte, solo quería escaparme donde mi tía Laura y pasar el fin de semana con ella. Si no lo lograba, me resignaba a quedarme en el edificio, observando —con una mezcla de sorpresa y temor— la transformación de los travestis. Me asombraban y prefería no cruzármelos en las escaleras

 

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas más populares de este blog

CONDUCIENDO CON UN TOQUE ESPECIAL

A CUBA POR EL CAMINO DE HERRADURA

CERCA DEL MAR DE LOS LAMENTOS