LA CASA DE MI ABUELA
Al morir mi papá, contando yo con cuatro meses de edad, mi mamá se fue a vivir con sus dos hijos a la casa de mi abuela materna, María Gutiérrez Mejía,
en Manizales. Vivían con ella sus hijos Arturo y Luisa, y pronto llegaría mi tía Leonor al quedar viuda y sin hijos. Siempre había numerosos "arrimados"
como nosotros: hijos y parentela con problemas económicos, con dificultades, primos estudiantes, muchas visitas de Aguadas la tierra de origen, todos bien recibidos gracias a una política de puertas abiertas, a pesar de la estrechez económica.
La casa, entre austera y pobre, era grande, vieja, con dos patios, solar, un largo zaguán de entrada con cuadro del Sagrado Corazón y sus veladoras al fondo y un gran subterráneo. Todo muy tradicional, semirural.
En el sótano de poca luz y lleno de viejos e inútiles cachivaches, había un cuarto muy especial de uso privado de mi tío Arturo, para sus desafortunados desahogos pictóricos: por años pretendió aprender a pintar, sin lograrlo. Además, tenía allí un enorme baúl de cuero rodeado de gran misterio. Era un sitio especialmente atractivo para mi hermana Berta y para mí al cual no teníamos fácil acceso. En nuestras mentes se convirtió en un sitio mágico.
Aquel fue un entorno amoroso, con tíos sobreprotectores para el niñito Luis siempre necio e inquieto. Si alguien se atrevía a hacerme algún reclamo
no faltaba alguna voz, especialmente de la de mi tía Luisa, diciendo “no lo regañe, pobrecito, no ve que ni siquiera pudo conocer al papá” o algo
por el estilo. Yo era intocable. Esto motivaba la justa protesta de mi hermana Berta, quien se quejaba de no tener mis evidentes privilegios. Ella fue casi
siempre amable compañía y cómplice de pilatunas, pero a veces peleábamos como "buenos hermanitos".
Alguna vez que estábamos partiendo corozos para comer, discutimos y yo le puse la piedra que estaba utilizando para partir los corozos en su pobre nariz. Ella aún conserva el recuerdo físico de mi primera y fallida cirugía plástica.
A mis seis años el tranquilo barrio inició un cambio total ya que comenzaron a construir muy cerca las nuevas galerías (plaza de mercado) para Manizales y tuvimos que salir. Al poco tiempo, esa vieja casa llena de amor generoso, se convirtió en una donde se cobraba por ello, mi abuela la vendió para se convirtiera en una reconocida casa de citas.
Bueno, bueno...
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