PROHIBIR EL TOREO: UNA AMPUTACIÓN VITAL


  

 

Para entender cabalmente una corrida de toros hay que saber, y haber vivido, muchas cosas. Desde 1740, han tenido una gran importancia en la vida española. Incluso un primer ministro de la época, Campillo, redactaba normas preocupado porque los hombres del pueblo empeñaban hasta su camisa para poder asistir a los toros.

Mi mamá compraba las boletas para las corridas a crédito, por el sistema de clubes, y empeñaba su trabajo durante mucho tiempo para poder vivir esa experiencia. Yo colaboraba como acomodador en la plaza de toros, y así podía disfrutar del espectáculo. Por esos días, mucho de Manizales giraba en torno a la tauromaquia. Siempre la arrastramos, era para el momento, nuestro telón de fondo. Ésta impregnaba la vida. Nuestras actitudes y formas de entendernos así lo expresan. 

Hace poco, le envié una foto a un viejo amigo manizaleño, tomada en mi lugar favorito de descanso, y le anoté que era “mi querencia”. Él me respondió que veía mi “querencia” como un buen lugar para “amorcillarme”. Quien no ha vivido los toros no lo entendería. Querencia es la propensión de algunos animales a volver al sitio conocido donde se sienten seguros. El toro en la lidia busca un rincón, muchas veces junto a toriles, su querencia. Amorcillarse es la acción del toro herido de muerte, que, resistiéndose a caer, se apoya en los tableros de la plaza.

Hoy, mis boinas vascas y mi bota española parecen obsoletas. Hoy, las corridas de toros, solo quedan en el refugio de mi mente. José Ortega y Gasset me enseñó que podemos concebir ideas, pero nos enfrentamos con las creencias, así no sean propias. Las ideas son personales; las creencias forman parte de nuestra herencia social, nos imponen su realidad y nos obligan a contar con ellas.

Es duro de aceptar para mí, cazador y amigo del toreo. Busco un rincón desde el cual enfrentar la creencia moderna, que ha cambiado la relación entre el hombre y el animal. Es mi vieja banca, mi querencia, y sabiendo que nunca más volveré a los toros , comienzo en ella a amorcillarme.

 

 

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