ENCIMA DE MI ESCRITORIO PENDE UNA ESCOPETA
Afortunadamente, no está apuntándome. Mi escopeta es un lindo recuerdo que me llena de una “nostalgia activa”. Esta nostalgia no tiene nada de lamento: fue mi compañera de cacería y símbolo de seguridad en entornos difíciles. Aún hoy es motivo de orgullo, y me invita a recorrer nuevos espacios acordes con mi edad. Representa mi capacidad de afrontar riesgos, de explorar, algo que sigo sintiendo vigente.
Quiero vivir plenamente mi intimidad, mi hogar. Es mi forma de protegerme contra la masificación. Deseo ser yo mismo, conservar mi integridad, leer sin prisas, volver sobre Ortega y Gasset, buscando como él una razón humilde que me ayude a vivir. No pretendo contagiar mis opiniones, sino conservar mi punto de vista, que es indelegable. No debemos medirnos sino con nosotros mismos.
Escribir mis crónicas me obliga a tener presentes mis raíces. Es necesario volver al origen para poder orientarse de nuevo. “Original”, etimológicamente, significa el lugar del que uno se levanta. Mi casa es ese rincón que funciona como centro del mundo. Desde sus ventanas, contemplo la realidad y me ubico en ella.
Este ha sido siempre un lugar de acogida, hospitalario. Aquí, sin salir, me lleno de experiencias ajenas, de proximidad. No quiero enconcharme en mí mismo; busco ser útil.
De alguna forma, mi escopeta, aunque descargada, me da seguridad. Me recuerda que puedo hacer cambios en mi vida, y al verla sobre mí, me ayuda a conservar el ánimo, a buscar nuevas presas, a ser positivo, a esforzarme por no disgregarme entre las noticias, entre lo inmediato. Así intento cumplir el axioma de Píndaro: Llega a ser el que eres.
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