UNA CARTA: PUENTE ENTRE DOS VIDAS
Hace mucho tiempo —unos 56 años— le escribía a mi novia, en una de tantas cartas, frases enamoradas como: «para acercarnos al día en que la ausencia se canse para siempre de esperarnos». Hoy las releo con emoción. Gracias a Dios, la ausencia se cansó y seguimos juntos. Es difícil expresar la importancia que, en aquellos días, tenía para mí enfrentarme a una hoja de papel, como si fuese un puente entre dos vidas. Ya existía la costosa comunicación telefónica directa entre teléfonos fijos, a menudo precaria y con la posibilidad de ser escuchados por terceros. No me bastaba. Para mi generación, una carta escrita a mano, bien lograda, era algo insuperable. Solía redactar borradores, siempre con tachones. Más allá del simple y machacón noticiero cotidiano, quería plasmar lo verdaderamente significativo. La carta me encarnaba; debía estar bien presentada, con cierta etiqueta. Requería tiempo y reflexión. No era una respuesta inmediata a una pregunta precipitada —como en WhatsApp— y, ad...