ESPIKIANDO VERIWELMENTE
Soy de Manizales y desde muy temprano entendí que para los nacidos en el patio trasero de Estados Unidos es indispensable dominar ese idioma para existir plenamente, no sólo subsistir. Para mí ha sido una interminable e interminada tarea. En mis primeros años no existían en la ciudad colegios bilingües y un vecino, amigo de mi mamá, nos dictó algunas clases a mi hermana y a mí. Solo recuerdo su amabilidad y mis visitas a su gran bodega de compra de café, casi al frente de mi casa, donde me dejaba jugar y me daba alertas en inglés. “Watch out for the truck” - “Don´t go up these stairs”. Alguien muy especial. En la primaria creo ni el rector conocía el idioma. En el bachillerato, con los jesuitas, se dictaban algunas clases con profesores del Colombo Americano. Faltó una adecuada motivación. Eran para cumplir un pensum, no me interesaron. Al estar finalizando el bachillerato comenzó a llamarme la atención una jerga: el lunfardo, para poder entender algunos tangos. Este se aprendía