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Mostrando las entradas de marzo, 2024

EL SALARIO DEL MIEDO

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                                                                                       Luego de retirarme de estudiar derecho en Bogotá regresé a Manizales y mi mamá me avisó claramente que no estaba dispuesta a sostener vagos. Habló con Hernán, uno de mis tíos paternos, y me empacó a trabajar en las fincas alquiladas que aquel tenía cerca a Obando, un pueblo liberal del Valle a orillas del río Cauca. Sembraba algodón y maíz. Sobraban trabajo y cariño, la recuperación anímica del frustrado abogado fue inmediata. Aprendí nuevas cosas, en otro entorno. De agricultura mecanizad...

JUGANDO DE LOCAL

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 Aprovechando unas breves vacaciones, un amigo y yo disfrutábamos de La Arabia, finca de la familia cercana a Manizales. Después de almorzar y de reposar un rato galopábamos felices hacia la fonda vecina del Alto de Lisboa: era una casa vieja junto a la carretera, con baranda con macanas donde amarrar las bestias y un amplio parqueadero. Nos habíamos hecho amigos en Bogotá por ser manizaleños, por estar estudiando derecho allí y por haber tenido que enfrentar a Guillermo. Un abogado boyacense que había abusado de la confianza de otros paisanos, que lo habían acogido en su apartamento para ayudarlo, y al poco tiempo logró desalojarlos cambiándole las guardas a la chapa de la entrada y reteniéndoles sus cosas. El caso llegó a la baranda de la estación de policía. Allí, con el apoyo de estudiantes de los últimos semestres, le dimos la pelea y se la ganamos. Tuvo que salir con el rabo entre las patas y una mirada de ira para quienes lo habíamos derrotado. Al galopar hacia la fonda, rec...

ABOGADO EN CIERNES

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                                                                                                                                                                             Al terminar sexto de bachillerato no tenía definido qué profesión quería seguir.  Años antes había pensado e...

TERMINANDO BACHILLERATO

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   Pasó el quinto de bachillerato y regresé contento al que sentía como mi colegio: el San Luis Gonzaga. Quería graduarme allí. No fue fácil que me recibieran, pero luché para lograrlo y lo conseguí. En Manizales el ambiente social estaba teñido con aguardiente casi sin control alguno. No se concebía nada sin él. Religiosamente muchos del curso nos reuníamos los viernes en el bar que llamábamos Casa de Vidrio, para las libaciones de rigor.  Las tertulias musicales de mi casa no eran la excepción. Llegaban multifacéticos personajes, casi todos por fuera de una estricta ortodoxia. Los unía la música y eso era lo importante. Un primo materno, apenas llegado a la reunión, se servía cuatro tragos en hilera y comenzaba a tomar, iniciando por el último y alegando: “Es que el primero sabe muy maluco”. Surgían duetos improvisados y nuevos artistas, casi todos buenos y algunos extraordinarios. Con mis amigos buscaba determinada mesa, algo oculta, en el café favorito, El Polo. Para ...

MI SARGENTO "BOQUEMINA"

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                       Al inicio de mi quinto de bachillerato, los jesuitas no me recibieron. Mi mamá movió  cielo y tierra y logró matricularme en el Colegio de Cristo de los Hermanos Maristas. Mi nuevo colegio me pareció una física cárcel, un edificio blindado de puertas escasas que casi nunca se abrían. El rígido rector era llamado “el sargento Boquemina”, porque al hablar dejaba ver las numerosas incrustaciones de oro de su dentadura, refulgían. Su oficina se ubicaba junto a la única puerta accesible para los alumnos, donde se transformaba en un terrible guardián que los obligaba a hacer fila a la entrada para una ceremonia militar, con banderas incluidas y control total de los reclutas.  Me sorprendía la entrega del revólver que diariamente le hacía al rector uno de mis compañeros, que temía por su vida a causa de las luchas políticas que se daban en su pueblo de origen. Al salir del cole...